Sexta Catequesis Rosario



6ª CATEQUESIS SOBRE EL SANTO ROSARIO

(Catequesis Mariana)


Realizado por: Rvdo. P. Oscar Gonzalez Esparragosa 
( Mayo  2020)

MISTERIOS GOZOSOS DEL SANTO ROSARIO


1.- LOS MISTERIOS DE GOZO.
  
        El Rosario es una oración “orientada a la contemplación del rostro de Cristo” (RVM 18), a través de la meditación de veinte pasajes de la vida del Señor y de la Virgen. Esos veinte misterios constituyen –en palabras de San Juan Pablo II- como “un compendio de todo el Evangelio” (RVM 19).

Los cinco primeros centran nuestra contemplación en los misterios de la encarnación, nacimiento e infancia del Señor. Son los llamados “misterios gozosos”. Nos invitan a contemplar y vivir el gozo que produjo la Encarnación y Nacimiento del Señor en María, y en todos los que le acogieron con fe. Los misterios gozosos son:
-      El anuncio del ángel y la encarnación del Hijo de Dios.
-      La visitación de María a su prima Isabel.
-      El nacimiento del Hijo de Dios.
-      La presentación de Jesús en el templo.
-      El encuentro de María y José con Jesús en el templo.

1º.- La anunciación. Este misterio centra nuestra atención en el gozo de la Virgen. El ángel Gabriel, al saludarla con las palabras “alégrate, María” (cf. Lc 1,28), la invitó a vivir la alegría mesiánica, por la llegada del Mesías Salvador. Y María, con su “sí” (“he aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tus palabras”) hizo posible la encarnación del Redentor. Aceptando la voluntad del Padre, María se convirtió en causa de gozo para toda la Humanidad.

2º.- La visitación a Isabel. El gozo se hace patente también en la escena de la visitación de María a Isabel. Allí, la voz de la Virgen, y la presencia de Cristo en su seno, hicieron «saltar de alegría» a Juan en el vientre de su madre (cf. Lc 1, 44). Y ambas mujeres, llenas del Espíritu Santo, exultaron de gozo y profetizaron (cf. Lc 1,41-42.46-55).

3º.- El nacimiento de Jesús. Repleta de gozo está también la escena del nacimiento, que contemplamos en el tercer misterio. El nacimiento del Niño, Salvador del mundo, es cantado por los ángeles, y anunciado a los pastores como «una gran alegría» para todo el pueblo (Lc 2, 10).

4º.- La presentación de Jesús en el templo. El cuarto misterio nos invita a unirnos al gozo de los ancianos Simeón y Ana, que esperaban con verdaderas ansias ver al Salvador de Israel. Por eso, se llenaron de alegría cuando pudieron sostenerlo en sus brazos. No obstante, este misterio, aun conservando el sabor de la alegría, anticipa ya un primer anuncio de la Pasión del Señor. En efecto, la presentación de Jesús en el templo se acompaña de la profecía de Simeón, que anunció que el Niño sería «señal de contradicción» para Israel; y que “una espada” traspasaría el alma de la Madre (cf. Lc 2, 34-35).

5º.- Jesús perdido y hallado en el templo. También el quinto misterio resulta gozoso y dramático al mismo tiempo. Es un misterio gozoso porque nos invita a contemplar la alegría de María y de José al reencontrarse con Jesús en el templo, mientras se mostraba como el Maestro que enseñaba a los sabios de Israel. Pero, junto a la experiencia de gozo, el misterio encierra también un aspecto de sacrificio: la absoluta dedicación de Jesús a las cosas del Padre. El Señor propone, con su propio ejemplo, la radicalidad evangélica que reclama el servicio del Reino de Dios, prioritario incluso en relación a los más profundos lazos de afecto humano. José y María, sorprendidos por el proceder y las palabras de Jesús, «no comprendieron» entonces lo que les decía (cf. Lc 2, 50).

En resumen, la meditación de los misterios gozosos nos ayuda a…
-      Descubrir el fundamento de la alegría cristiana, que no es otro que sabernos redimidos por el Hijo de Dios.
-      Recordar que el cristianismo es, ante todo “evangelio”: invitación a la plena y verdadera alegría que sólo es posible en Cristo.

De la meditación de los misterios gozosos, san Juan Pablo II escribió: “significa adentrarse en los motivos últimos de la alegría cristiana y en su sentido más profundo. […] María nos ayuda a aprender el secreto de la alegría cristiana, recordándonos que el cristianismo es ante todo evangelio, 'buena noticia', que tiene su centro o, mejor dicho, su contenido mismo, en la persona de Cristo, el Verbo hecho carne, único Salvador del mundo” (RVM 20).



2.- LA LECCIÓN DE MARÍA EN LOS MISTERIOS DE GOZO.

        ¿Qué nos enseña la Virgen cuando meditamos su participación en los misterios gozosos?

1º.- Lo primero que María nos enseña es adoptar una actitud de escucha ante Dios. En el misterio de la anunciación, la Virgen se muestra totalmente receptiva ante el mensaje de Gabriel. Pero esa actitud no se improvisa. Si María pudo acoger el mensaje del ángel es porque Ella es la Virgen “oyente”, siempre atenta a escuchar la palabra de Dios en su corazón; y siempre receptiva para acogerla.

        2º.- María nos enseña también a unir a la actitud de escucha una profunda actitud de fe, de confianza en Dios.

- La misión que Dios le pedía no tenía paralelo alguno en la historia de la salvación. María carecía de argumento humano que apoyase el hecho de una maternidad virginal o la encarnación del Hijo de Dios. La sorpresa y confusión de la Virgen quedaron manifiestas en las palabras que dirigió al ángel: “¿Cómo sucederá esto?”.

- Sin embargo, María superó su inicial desconcierto para acoger con humilde obediencia y filial confianza la llamada de Dios.

        3º.- Finalmente, María nos enseña a responder a la llamada de Dios con una entrega sin reservas. Ella respondió con un “sí” total, con la completa y definitiva entrega de su persona. Una entrega que Ella expresó diciendo: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabras”. Esta adhesión total de la Virgen a la voluntad de Dios fue posible por su previa actitud de escucha orante y de confianza filial. María se entregó con todo su corazón, con toda su alma y con todas sus fuerzas, porque antes había permanecido a la escucha de su Palabra de Dios y había confiado plenamente en el Él. Sobre esta verdad, san Pablo VI escribió que la fe fue para la Virgen “premisa y camino hacia la maternidad divina”. Y, citando a san Agustín, recordó que María, creyendo y asintiendo a las palabras del ángel, concibió a Cristo en su corazón antes que en su vientre (cf. Exhortación sobre el culto a la Virgen María, 17).


3.- TOMAMOS BUENA NOTA.

La contemplación de la Virgen en los misterios gozosos nos enseña algunas actitudes necesarias para que podamos realizar hoy la misión que Dios nos encomienda:

1º.- Cultivar una actitud permanente de “oyentes” de la Palabra. Dios nos sigue hablando hoy, y nos sigue llamando a cooperar con Él en la salvación de los hombres y en la construcción de la nueva civilización del amor. Nos encomienda nuestra propia misión. Y nos pide gestos concretos. Sin embargo, nuestra respuesta será imposible si antes no nos situamos a la escucha de Dios, para saber qué quiere de nosotros.

2º.- Cultivar una actitud orante. La escucha de lo que Dios quiera decirnos, ya sea a través de su Palabra, ya a través de los signos de los tiempos, de los acontecimientos y experiencias cotidianas, se realiza a través de la oración, que es diálogo vivo con el Señor.

La oración, cuando es verdadero diálogo con el Señor, nunca nos aparta del más perfecto desempeño de nuestras tareas y responsabilidades temporales, porque, al abrir nuestros corazones a Dios, nos abrimos también a los hermanos, sobre todo a los más necesitados; y nos sentimos más urgidos a construir la sociedad humana según el proyecto de Dios.

Por el contrario, la falta de verdadera oración nos convierte en lo que san Juan Pablo II llamaba “cristianos de riesgo”, es decir, cristianos expuestos a un proceso inevitable de erosión de la fe, de creciente frialdad espiritual, de lento abandono de la práctica de los sacramentos, y de desprecio de los mandamientos… para terminar cayendo en la pérdida de la misma fe. ¿No es ése el triste camino que han seguido muchas personas que conocemos?

Por eso, entre las prioridades pastorales de la Iglesia actual se encuentran:
-      Fomentar la oración personal y comunitaria de sus miembros.
-      Convertir nuestras comunidades en verdaderas “escuelas de oración”, en las que se enseña al creyente no sólo a pedir o alabar, sino también, y ante todo, a escuchar y contemplar a Jesús.

Cuando contemplamos los misterios gozosos, María nos enseña que será imposible ser colaboradores de Cristo Salvador si no nos comprometemos en una permanente actitud de escucha a Dios. Con su propio testimonio de vida, la Virgen nos enseña que la verdadera entrega a Dios pasa siempre por el cultivo de la escucha de la Palabra, acogida con fe. Y esa entrega hace presente a Cristo en medio del mundo, y es fuente de auténtico gozo. Porque la verdadera alegría sólo la da Jesús.