NOVENA CATEQUESIS ROSARIO

9ª CATEQUESIS SOBRE EL SANTO ROSARIO

(Catequesis Mariana)


Realizado por: Rvdo. P. Oscar Gonzalez Esparragosa 
( Mayo  2020)

LOS MISTERIOS GLORIOSOS DEL SANTO ROSARIO


1.- LOS MISTERIOS GLORIOSOS.

        El rezo del Rosario culmina con la meditación de los misterios gloriosos:
-      La Resurrección del Señor.
-      Su Ascensión a los cielos.
-      Pentecostés.
-      La Asunción de nuestra Señora en cuerpo y alma a los cielos.
-      La Coronación de la Virgen como Reina de todo lo creado.

         1º.- El primer misterio glorioso es la Resurrección del Señor. Decía san Juan Pablo II que: “Contemplando al Resucitado, el cristiano descubre de nuevo las razones de la propia fe (cf. 1 Co 15, 14), y revive la alegría no solamente de aquellos a los que Cristo se manifestó –los Apóstoles, la Magdalena, los discípulos de Emaús–, sino también el gozo de María, que experimentó de modo intenso la nueva vida del Hijo glorificado” (RVM 23).

        2º.- En el segundo misterio glorioso, la Ascensión del Señor, adoramos a Cristo que ha subido al cielo -como Cabeza de su Cuerpo, que es la Iglesia-, para prepararnos un sitio en las moradas eternas.

        3º.- En el tercer misterio glorioso meditamos el acontecimiento de Pentecostés. Comentando este misterio, el Papa san Juan Pablo II escribió: “En el centro de este itinerario de gloria del Hijo y de la Madre, el Rosario considera, en el tercer misterio glorioso, Pentecostés, que muestra el rostro de la Iglesia como una familia reunida con María, avivada por la efusión impetuosa del Espíritu y dispuesta para la misión evangelizadora. La contemplación de éste, como de los otros misterios gloriosos, ha de llevar a los creyentes a tomar conciencia cada vez más viva de su nueva vida en Cristo, en el seno de la Iglesia; una vida cuyo gran 'icono' es la escena de Pentecostés. […] Esto les impulsará necesariamente a dar un testimonio valiente de aquel «gozoso anuncio» que da sentido a toda su vida” (RVM 23).

4º.- En el cuarto misterio glorioso, la Asunción de María en cuerpo y alma a los cielos, contemplamos cómo la Virgen ha sido hecha partícipe, de un modo pleno y definitivo, de la misma gloria del Resucitado. Por un privilegio especialísimo de Dios, María ha sido elevada a los cielos, para que pueda gozar anticipadamente del destino que está reservado a todos los justos en el último día, cuando resucite la carne.

5º.- El quinto misterio glorioso, la Coronación de la Virgen como Reina y Señora de todo lo creado, nos invita a contemplar a María, que resplandece como Reina de los Ángeles y de los Santos, anticipación y culmen de la condición de toda la Iglesia al final de los tiempos. De este modo, los misterios gloriosos alimentan en los creyentes la esperanza en la meta escatológica, hacia la cual se encaminan como miembros del Pueblo de Dios peregrino en la historia” (RVM 23).

2.- LA GLORIA DE MARÍA, ESPERANZA DE LA IGLESIA

        En los misterios gloriosos, al contemplar a María, asunta a los cielos y coronada de gloria, la Iglesia se contempla a sí misma en su futuro celestial, anticipado y hecho ya plena realidad en la Virgen glorificada en cuerpo y alma. María es tipo y figura de la Iglesia. Ella vive ya todo lo que la Iglesia es y está llamada a ser. Por eso, todo lo que acontece a María es esperanza para la Iglesia.

Así, por ejemplo, en la santidad inmaculada de María, la Iglesia reconoce la perfección y plenitud de gracia que le corresponden como Cuerpo de Cristo.
       
De modo semejante, en la Virgen asunta a los cielos, la Iglesia ve inaugurada su propia glorificación, que tendrá lugar al final de los tiempos. Junto a Cristo, María es el primer miembro de la Iglesia que participa ya plenamente de la gloria del Resucitado. La glorificación de la Virgen constituye para nosotros un signo de esperanza cierta y de consuelo, pues si Ella ha sido glorificada, también nosotros lo seremos, si permanecemos fieles a su Hijo. San Pablo decía a los corintios que si está glorificada la Cabeza, lo estarán también los miembros. Por eso, podemos afirmar que si la vitalidad que dimana de Cristo-Cabeza ha llevado a un miembro de su Cuerpo a la glorificación, esa misma vitalidad de Cristo nos glorificará también a los que permanezcamos unidos a Él hasta el día de su Venida en gloria y majestad.

3.- PARA NUESTRA VIDA CRISTIANA.

        ¿Qué nos enseña María a través de la contemplación de los misterios gloriosos del Rosario?

Cuando meditamos los misterios gloriosos, María alimenta en nosotros el deseo y la esperanza de participar plenamente en el triunfo de Cristo Resucitado.

La contemplación de Cristo Resucitado y de la Virgen glorificada nos ayuda a relativizar las amarguras de la vida. Vivir según el Evangelio ha sido, sigue siendo y será siempre, duro. Dice Jesús: “Ancha es la entrada y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella; pero ¡qué estrecha la entrada y qué angosto el camino que lleva a la vida!”. Los cristianos de hoy seguimos experimentando el peso de esta experiencia de la que nos habla Jesús.

- Vivir en cristiano parece hoy, más que ayer, “remar contra corriente” de los usos y costumbres que se van imponiendo en nuestra sociedad que, en tantos aspectos, se vuelve materialista y neopagana.

- En ocasiones nos parece que cada vez son menos los que “hablan y entienden” nuestro mismo lenguaje religioso y moral, nuestro credo y nuestra escala de valores.

- Otras veces experimentamos el alto precio que nos supone mantener la fidelidad al Evangelio.

Todo ello puede tentarnos al desaliento, al cansancio y a terminar adoptando el espíritu de mundo. En esos momentos, cuando sentimos las durezas del camino, y el desaliento que pone plomo en nuestros pies de peregrinos, la contemplación de María, asunta a los cielos y coronada de la gloria por su fidelidad a Dios, constituye para todos nosotros un motivo de esperanza y de consuelo. María, desde el cielo, se une a San Pablo para asegurarnos que la dureza de los trabajos del momento presente no pesa lo que la herencia de gloria que Dios nos tiene reservada en el cielo. De este modo la Virgen gloriosa se convierte en un faro de esperanza capaz de iluminar y orientar la difícil travesía de la vida.

        María, nos ayuda también a relativizar los apegos y seducciones del mundo.

Desde el cielo, María nos ayuda a entender la relatividad y el carácter pasajero de todos los bienes mundanos. Nada vale tanto ni es tan perdurable como la gloria que Dios nos tiene reservada. La Virgen se une a su Hijo para recordarnos: “¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida?... Por eso, quien quiera guardarse su vida la perderá, pero quien pierda su vida por Cristo la habrá ganado para siempre”.

Vivimos en una sociedad muy materialista que está haciendo al hombre y la mujer contemporáneos verdaderos esclavos del tener y de la satisfacción inmediata de los deseos. Por eso, en medio de este ambiente cultural contaminado, los cristianos sentimos cada día más la necesidad de elevar nuestra mirada, para descubrir en Cristo Resucitado y en la Virgen gloriosa, la herencia de gloria que Dios nos tiene reservada, la escala evangélica de valores y el camino que nos lleva a la meta última de nuestro peregrinar.