7ª CATEQUESIS SOBRE EL SANTO ROSARIO
(Catequesis Mariana)
Realizado por: Rvdo. P. Oscar Gonzalez Esparragosa
( Mayo 2020)
LOS
MISTERIOS LUMINOSOS DEL SANTO ROSARIO
1.-
LOS MISTERIOS LUMINOSOS.
En su carta Rosarium Virginis Mariae, san Juan Pablo
II formuló una propuesta novedosa: introducir una nueva parte del Rosario,
completando la meditación de la vida del Señor con algunos momentos
especialmente relevantes de su vida pública. Él los llamó: “misterios luminosos”, pues es, sobre todo, a través de su ministerio público,
como Cristo se manifiesta Luz del mundo (cf. Jn 8,12) que ilumina nuestro
caminar.
Los misterios luminosos
son:
- El bautismo del
Señor.
- Las bodas de Caná.
- El anuncio del
Evangelio y la invitación a la conversión.
- La
transfiguración.
- La institución de
la Eucaristía.
Cada uno de estos
misterios nos invita a contemplar a Cristo Evangelizador, pues “cada uno de ellos revela el Reino ya presente en la persona
misma de Jesús” (RVM 21).
1º.- El Bautismo del Señor.
“Misterio de luz es
ante todo el Bautismo en el Jordán. En él, mientras Cristo, inocente que se
hace 'pecado' por nosotros (cf. 2
Co 5, 21), entra en el agua del río, el cielo se abre y la voz del
Padre lo proclama Hijo predilecto (cf. Mt 3,
17 par.), y el Espíritu desciende sobre Él para investirlo de la misión que le
espera” (RVM 21).
En su Bautismo -que Él no necesitaba-, Cristo ha querido acercarse a todo
pecador que busca la salvación. Así, asumiendo dócilmente la misión redentora
confiada por el Padre, manifestó su cercanía a toda persona que, arrepentida de
sus pecados, busca el perdón de Dios y una nueva vida en Él. Y el Padre correspondió
a esa entrega amorosa proclamándole “su Hijo predilecto”, y ungiéndolo para la
misión con la fuerza y el poder del Espíritu Santo.
2º.- Las bodas de Caná.
“Misterio de luz es el comienzo de los signos en Caná (cf. Jn 2, 1-12), cuando
Cristo, transformando el agua en vino, abre el corazón de los discípulos a la
fe gracias a la intervención de María, la primera creyente” (RVM 21).
El segundo
misterio luminoso nos invita a contemplar el primer milagro de Jesús, realizado
a ruegos de su Madre, en las bodas de Caná. Con su intercesión maternal, María
adelantó el primer signo mesiánico del Señor, que así manifestó su gloria y
permitió que creciera la fe de sus discípulos en él.
3º.- El anuncio del Evangelio y la invitación
a la conversión.
“Misterio de luz es la predicación con la cual Jesús anuncia la llegada
del Reino de Dios e invita a la conversión (cf. Mc 1, 15), perdonando los pecados de quien se acerca a Él
con humilde fe (cf. Mc 2,
3-13; Lc 7,47-48), iniciando
así el ministerio de misericordia que Él continuará ejerciendo hasta el fin del
mundo, especialmente a través del sacramento de la Reconciliación confiado a la
Iglesia” (RVM 21).
Cada vez que
meditamos el tercer misterio luminoso resuena en nuestros oídos el primer
anuncio del Evangelio y la invitación de Jesús a convertirnos: “El Reino de Dios está cerca. Convertíos y
creed en el Evangelio” (Mc 1,15).
4º.- La Transfiguración.
“Misterio de luz por excelencia es
la Transfiguración, que según la tradición tuvo lugar en el Monte Tabor. La
gloria de la Divinidad resplandece en el rostro de Cristo, mientras el Padre lo
acredita ante los apóstoles extasiados para que lo «escuchen» (cf. Lc 9, 35 par.) y se
dispongan a vivir con Él el momento doloroso de la Pasión, a fin de llegar con
Él a la alegría de la Resurrección y a una vida transfigurada por el Espíritu
Santo” (RVM 21).
5º.- La institución de la Eucaristía.
“Misterio de
luz es, por fin, la institución de la Eucaristía, en la cual Cristo se hace
alimento con su Cuerpo y su Sangre bajo las especies del pan y del vino, dando
testimonio de su amor por la humanidad «hasta el extremo» (Jn13, 1), por cuya salvación se
ofrecerá en sacrificio” (RVM 21).
El quinto misterio
luminoso nos ofrece la contemplación de la institución de la Eucaristía. En Ella,
que es el memorial o sacramento de la entrega amorosa de Cristo en la cruz, Él
mismo nos recuerda que nos “amó hasta el
extremo”; nos invita a seguirle en su entrega (“haced esto en memoria mía”); y se hace alimento que nos fortalece
en el camino de su seguimiento. Precisamente es el jueves, día de la
institución de la Eucaristía, cuando san Juan Pablo II recomendó la meditación de esta nueva parte del Rosario.
2.-
LECCIÓN DE MARÍA EN LOS MISTERIOS LUMINOSOS.
¿Qué nos
enseña la Virgen a través de la meditación de los misterios luminosos del
Rosario?
Como escribió san Juan
Pablo II (cf. RVM 21), excepto en el pasaje de las bodas de Caná, en los demás misterios
luminosos, la presencia de María
queda en el trasfondo. “Los
Evangelios apenas insinúan su eventual presencia en algún que otro momento de
la predicación de Jesús (cf. Mc 3,
31-35; Jn 2, 12) y
nada dicen sobre su presencia en el Cenáculo en el momento de la institución de
la Eucaristía”. No obstante, de algún modo, el cometido que desempeña María
en Caná se extiende a toda la misión de Cristo. Podemos decir que la exhortación del Padre: “Este es mi Hijo amado, escuchadle” se repite en Caná, ahora en
labios de María, cuando dice: «Haced lo
que él os diga» (Jn 2, 5).
Estas palabras se convierten en la gran invitación maternal que la Virgen
dirige a la Iglesia de todos los tiempos. Una invitación que, como señaló san
Juan Pablo II, “introduce muy bien las
palabras y signos de Cristo durante su vida pública, siendo como el telón de
fondo mariano de todos los «misterios de luz»” (RVM 21).
1º.- En la
narración del milagro de Caná, el Evangelio pone de manifiesto la estrecha vinculación de la Virgen con
Cristo y los discípulos: “Había una boda
en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos
estaban también invitados a la boda”. Esta vinculación de María con el grupo
de discípulos ya no se romperá nunca. Jesús, María y la Iglesia son
indisociables. El misterio de María y de la Iglesia sólo se entiende a la luz
de Cristo. Y María y la Iglesia no se entienden la una sin la otra.
2º.- El
Evangelio subraya también que, aún en medio del bullicio de la fiesta, María se
percata de que iba a faltar el vino. Porque María, la Virgen “oyente” de la
Palabra de Dios, permanece también atenta a las necesidades
de los discípulos de su Hijo.
3º.- Ante la
necesidad que percibe, lo primero que hace la Virgen es acudir
a Jesús: “La madre de Jesús le dijo: No
les queda vino”. Ella cree firmemente en su Hijo, y cree que con Él ha
comenzado el Reinado de Dios. Por eso sabe que ha venido a salvar a los
hombres, y que puede también remediar la necesidad de aquellos novios que quisieron
invitarles a su boda.
4º.- María no
se limita a pedir ayuda a su Hijo. Al mismo tiempo, moviliza a otras personas para ponerlas a disposición de Jesús. “Dijo a los sirvientes: haced lo que él os
diga”. Su fe mueve a otras personas a cooperar con el Salvador.
5º.- De este
modo, por la fe en su Hijo, que la convierte en su primera discípula, María
colaboró eficazmente para que Jesús
manifestase su gloria y fuese reconocido por sus discípulos
como el Mesías esperado. Al adelantar el primer signo mesiánico de Jesús, María
contribuyó al crecimiento de la fe de los discípulos. Por eso, el evangelista
Juan concluye el relato del episodio
diciendo: “En Caná de Galilea Jesús
comenzó sus signos, manifestó su gloria, y creció la fe de sus discípulos en
él”.
3.-
TOMAMOS BUENA NOTA.
En la meditación
de los misterios luminosos, María, nos está enseñando a colaborar con Cristo, como discípulos
suyos, en la tarea de
anunciar el Evangelio y hacer presente el Reino de Dios.
María nos
recuerda, con su propio ejemplo, que, cooperar con Cristo en la evangelización
de los hombres, es nuestra tarea y razón de ser como cristianos. La misión de
la Iglesia en el mundo es evangelizar, es decir:
- anunciar y hacer
presente a Cristo Salvador
- y, con la fuerza
de su Espíritu, transformar desde dentro y renovar la misma humanidad.
En María
encontramos
un modelo de cómo colaborar con Cristo en esa tarea:
1º.- En primer
lugar, María nos enseña que, para ser evangelizadores,
lo primero es cultivar una mirada atenta a las necesidades materiales y espirituales de nuestros hermanos, los hombres y mujeres de nuestro tiempo. ¡Qué distinta la
actitud de la Virgen a esa actitud de indiferencia ante el dolor del prójimo
que tanto denuncia el Papa Francisco!
Como María en
Caná, los cristianos debemos aprender a permanentemente atentos y sensibles a
las necesidades de nuestros semejantes. Nada de lo humano puede resultarnos
ajeno, porque las miserias y necesidades humanas jamás resultaron ajenas a la
mirada compasiva de Jesús y de María.
La solidaridad
para con los necesitados, y nuestro esfuerzo para remediar de las pobrezas
materiales y espirituales de quienes nos rodean constituye un elemento esencial
de todo empeño evangelizador. La evangelización será siempre inseparable del
compromiso a favor de la liberación de todos los seres humanos que sufren
marginación, opresión o cualquier clase de miseria material o espiritual. Se
trata de un compromiso que podemos ejercer individualmente, desde nuestras
responsabilidades cotidianas, o también integrados en organizaciones que
trabajan por la justicia y la solidaridad. La misma Iglesia, con numerosas
obras e instituciones a favor de los necesitados, nos ofrece cauces de gran
prestigio para ayudar eficazmente al hermano necesitado, dando testimonio, con
nuestras obras, del amor salvador de Dios.
2º.- María también
nos enseña que la evangelización, para ser completa, exige un anuncio explícito
de Jesús. Ella atrajo
la atención hacia su Hijo, rogando que hiciesen caso a sus palabras.
La salvación del
mundo y el remedio radical de todos los males que aquejan al hombre sigue
necesitando hoy un anuncio explícito de Cristo Salvador. Los cristianos debemos
sacudirnos los miedos, los complejos y los falsos respetos humanos que nos estén
impidiendo evangelizar. Porque no habrá nunca evangelización verdadera mientras
no anunciemos el nombre, la doctrina, la vida, el Reino y las promesas de
Jesús.
María no sintió ni
miedo ni vergüenza a la hora de exhortar a todos a ponerse a disposición de
Jesús. ¡Cuánto necesitamos los cristianos de hoy esa misma valentía de la
Virgen para anunciar a Jesús, y reclamar para Él la atención y disponibilidad
de nuestros contemporáneos!
El Espíritu del
Señor nos está llamando hoy a una “nueva evangelización” es decir, a anunciar a
Jesucristo sin miedos ni complejos, con el mismo ímpetu y el ardor de la Virgen
y de los apóstoles.
La evangelización no
puede quedar en manos de unos pocos “especialistas” (sacerdotes, religiosos,
misioneros…). ¡Es responsabilidad de todos los miembros del Pueblo de Dios!
Quien se ha encontrado con Cristo y cree en Él como el Salvador del mundo, debe
anunciarlo en sus ambientes concretos, según sus posibilidades, con el auxilio de la gracia de Dios.
El rezo de los
misterios luminosos, al tiempo que nos invita a contemplar a Cristo Evangelizador,
eleva nuestra mirada hacia María, Estrella luminosa de la nueva evangelización, que la Iglesia,
fiel al mandato del Señor, debe promover y realizar, en estos tiempos difíciles
pero, al mismo tiempo, llenos de esperanza.
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