Quinta Catequesis Rosario

5ª CATEQUESIS SOBRE EL SANTO ROSARIO

(Catequesis Mariana)


Realizado por: Rvdo. P. Oscar Gonzalez Esparragosa 
( Mayo  2020)


EL ROSARIO,

ORACIÓN QUE NOS AYUDA A CONOCER A CRISTO.


1. EL ROSARIO, ORACIÓN CRISTOLÓGICA:

Hasta ahora, hemos recordado algunos de los valores del Rosario como oración mariana. Sin embargo, el Rosario no sólo es una oración mariana. Es también, y de forma eminente, una oración CRISTOLÓGICA, porque está muy centrada en la contemplación de la persona de Jesús, a través de la meditación de los diversos misterios.

No resulta extraño. María nos conduce siempre a Jesús. En las bodas de Caná, cuando atrajo la atención de los criados, no asumió ningún protagonismo personal. Al contrario, enseguida, remitió a todos a su Hijo, diciéndoles: “Haced lo que él os diga”. El amor y el culto a la Virgen, cuando son sinceros, y están bien orientados, se traducen siempre en un incremento del amor, el seguimiento y el culto de Jesucristo.

2.- A TRAVÉS DEL ROSARIO, LA VIRGEN NOS INVITA A CONTEMPLAR A JESÚS.

Aunque solemos descuidarlo, el más importante de todos los elementos del Santo Rosario es la contemplación  de los misterios de la vida del Señor.

En el Rosario, María, que es Maestra de espiritualidad, nos enseña que la oración debe ser, ante todo, contemplación y escucha de Jesús. Ella, a quien san Pablo VI llamó la Virgen “oyente” y orante” (Cf. Exhortación sobre el culto a la Virgen María 17-18), nos enseña a oír y contemplar a Jesús. A través de la meditación de los misterios del Rosario, María nos invita a centrar nuestra atención en la persona del Señor, en su vida, en su obra, en su mensaje.

¿Y quién mejor que la Virgen para enseñarnos a escuchar y contemplar a Jesús? La contemplación de Cristo tiene en María un modelo insuperable. Nadie como Ella ha dedicado tanto tiempo ni tanta intensidad a la contemplación del Señor. Su mirada y su corazón nunca se apartaron de Jesús. San Lucas lo testimonia cuando escribe repetidamente: “María conservaba todas estas cosas meditándolas en su corazón” (Lc 2,19.51).

Así pues, cada vez que rezamos el Rosario:

1º.- María nos hace “RECORDAR” la vida y las enseñanzas de Jesús:

Recordar es llevar al corazón los diversos momentos de la vida del Señor. Es hacer lo mismo que hizo la Virgen: conservar y meditar en el corazón cuanto hacía y decía Jesús. María vivió mirando a Cristo, y guardando y repasando en su corazón cada una de sus palabras y gestos. Rezando el Rosario contemplativamente vamos repasando, meditando y conservando en nuestro corazón los misterios de la vida del Señor.

.- María nos ayuda a COMPRENDER a Jesús:

Meditar los misterios del Rosario es ir a la escuela de María, para dejar que Ella nos enseñe, desde su propia experiencia, quién es Jesús. Decía san Juan Pablo II: “Recorrer con María las escenas del Rosario es como ir a la 'escuela' de María para leer a Cristo, para penetrar sus secretos, para entender su mensaje. Una escuela -la de María- mucho más eficaz, si se piensa que Ella la ejerce consiguiéndonos abundantes dones del Espíritu Santo y proponiéndonos, al mismo tiempo, el ejemplo de aquella «peregrinación de la fe», en la cual es maestra incomparable. Ante cada misterio del Hijo, Ella nos invita, como en su Anunciación, a presentar con humildad los interrogantes que conducen a la luz, para concluir siempre con la obediencia de la fe: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra» (Lc 1, 38)” (RVM 14).

Nadie mejor que la Virgen para ayudarnos en el camino de un conocimiento cada vez más profundo de su Hijo. La meditación asidua de los misterios del Rosario nos adentra en una comprensión más profunda de la persona de Cristo. Nos ayuda a alcanzar los “ojos iluminados del corazón” de los que habla San Pablo en la Carta a los Efesios (cf. Ef 1,18), que nos permiten conocer más profundamente la inmensidad del amor que Dios nos tiene, y que Él nos ha revelado a través de su Hijo Jesús.

3º.- María nos guía para crecer en la amistad con Jesús e identificarnos progresivamente con él:

La meditación de los misterios del Rosario contribuye a crear en nosotros una relación de amistad cada vez más profunda con Jesús. Dos amigos que se frecuentan asiduamente terminan pareciéndose. También nosotros, en la medida en que centramos nuestra atención en Jesús nos vamos identificando cada vez más con Él. De Jesús vamos aprendiendo su forma de pensar, su forma de sentir y de amar, su forma de actuar y su proyecto de vida. A través del rezo del Rosario, María nos atrae amorosamente a Jesús y ayuda a que crezca nuestra amistad y nuestra identificación con Él.

3.- EL ROSARIO NO SE PUEDE REZAR SÓLO CON LOS LABIOS.

Por su carácter de oración contemplativa, el Rosario no se puede rezar sólo con los labios. No puede limitarse a una mera repetición mecánica de palabras. Para ser de verdadero provecho espiritual, el rezo del Rosario requiere una atenta contemplación y meditación de los misterios de la vida del Señor, previamente al  rezo de las Avemarías.

Sin la contemplación y meditación de los santos misterios, el Rosario se convierte fácilmente, en lo que san Pablo VI calificó como un “cuerpo sin alma”, que se acaba haciendo vacío y aburrido. San Juan Pablo II nos advirtió que un rezo meramente mecánico del Rosario nos haría acreedores de la advertencia de Jesús: “cuando recéis no os convirtáis en unos charlatanes, como los paganos, que se creen que se les va a escuchar por hablar mucho” (Mt 6,7).

El rezo provechoso del Rosario exige una actitud de contemplación y meditación de los misterios de la vida del Señor, a la que pueden ayudarnos
-      la lectura de pasajes escogidos de la Palabra de Dios,
-      un espacio de meditación silenciosa,
-      la lectura de algún adecuado comentario espiritual.

Rezado así, el Rosario, lejos de apartarnos de una espiritualidad genuinamente cristiana…

-    nos abre a la lectura y meditación de la Palabra de Dios,
-    nos acerca a la persona y la vida de Jesús,
-    nos ayuda a conocerle mejor,
-    nos introduce en el ejercicio del silencio contemplativo,
-    nos conduce a identificarnos con Jesús,
-    y logra, en fin, que nuestra vida, a la vez que se hace más mariana, se haga también más cristiana, más centrada en la persona de Jesucristo, el Señor.